13 de enero

Empequeñecido
Sin darme cuenta, o talvez sí, siendo muy conciente de cómo va cambiado mi ánimo. Me dejo llevar por las frustaciones y sobretodo la culpa. Me saboteo, de una forma sútil, la que sólo sabe hacer un maestro, con muchos años de experiencia. Sabotearse. Humillarse. Sentirse culpable.

Perdondar a mi madre no sirvió de mucho, de hecho, la odio cada día más; Por manipularme, por hacerme inútil, por llenar mi cabeza de ideas negativa, por no cuidarme. Por no creer que me abusaron. Por repetir su abuso en mí. Después del odio y la rabia siento mucha culpa, talvez porque no afronto las cosas de una manera, digamos, inteligente. Quiero decir que aprender a controlar mis emociones sería una mejor manera.

Después de la ira llega una cierta paz, un sueño que repara, una niebla que se asienta. 
Pienso que perdonar a mi Madre fue un error. Primero debí perdonarme a mi, por maltratarme tantos años, por hacerme daño, por no tomar mis propias decisiones. Me perdono ahora, un poco cada día, aveces fallo, aveces fracaso. aveces me desespero, pero hay algo en mí que no he perdido, el pneuma que me acompaña desde la niñez. Yo jugaba con Fabio, subíamos árboles, le abrazaba como mi compañero, con una amistad que solo la niñez sabe y reconoce, y guarda. Pensaba que había perdido esa inocencia, pero está ahí, intacta. Y me cura, y no la perderé nunca. Porque primero soy yo, antes que la madre, antes que el padre, antes que mi familia. Primero estoy yo, y lo que soy. Yo soy yo.

Comentarios

Entradas populares