20 de diciembre

Escribo esto después de darme un baño. Trato de escribir después de ducharme, por la tarde me viene bien, siento que las ideas fluyen, hay un silencio que me permite ordenar las cabeza y lo que quiero decir, entonces doy paso a las palabras. Siento que las palabras me curan. Escribo poco, lo necesario pero escribo bien, lo justo, realmente lo que tengo ganas de decir. Hace un momento, mientras me secaba con la toalla, estaba mirando mi cuerpo en el espejo. Laya me contó que su cuerpo no le gustaba; ella estaba convencida de que era demasiado pequeña para su fisionomía, que tenía los pies grandes en comparación a su cuerpo, o demasiado flaca o demasiado gorda. Recuerdo que yo también me obsesionaba con mi físico, por momentos estaba muy disconforme con el tamaño de los brazos, el rostro, el cabello, las piernas. No sé en qué momento dejó de importarme pero sé que fue hace muy poco.

El espejo ahora me devuelve una imagen honesta. Yo era deshonesto con mi imágen

Ahora mi madre ronda las habitaciones, emitiendo sonidos para que sepa que está ahí, es una sombra que va y viene, menuda, con pasos apurados. Cuando siento su presencia empequeñezco, me siento un niño de 7 años al que ella bañaba hasta muy de grande, al que siempre controlaba las cosas, con el que dormía en las noches y no le permitía un espacio propio, al que le hablaba cosas negativas de mi padre, me las decía al oído. En algún lugar de mis recuerdos está la idea de que mi madre también abusó de mi. Pero es algo lejano, un pensamiento que se me escapa y cada que pienso en esas cosas surge otra voz, muy pequeña, muy arcaica, realmente de otra época que dice esto: "Estás exagerando, eres una persona que exagera las cosas. Tú estás enfermo" Curiosamente es una voz femenina. 

Creo, y esto es una suposición, que la actitud que toma mi madre es porque ella fue abusada de niña, por su padre. Hay algo en el comportamiento de las mujeres de su familia que me da pistas. 

Comentarios

Entradas populares