15 de diciembre

Ayer me acosté con Saraí. El motel de siempre, el mismo horario. Esta vez me gustó estar con ella, la ví distinta, no me resultó tan desagradable, como hace algunas semanas, cuando me besaba y sentía ese aliento rancio. Me pareció linda, con las caderas cada vez más anchas, con las cicatrices de sus partos. Me gustó que no esté peleando con su edad, que no tenga esas ideas infantiles tan comunes en crisis. La mujer que ya no pelea con envejecer. La comparo con Ingrid, con su manera tan absurda e infantil de afrontar sus 45 años, Ingrid me parecía tonta y ridícula. Y más tontas me parecían sus ideas, en algún momento de la noche, dentro de las sábanas, me dijo una o dos cosas de las que sólo puedo reirme, con una lástima increíble. 

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